EUROPA
PRESS
14 mayo
2019
El
problema de la termorregulación en ancianos, ¿hay que abrigarles más de la
cuenta?
El cuerpo necesita mantener la
temperatura corporal más o menos constante para su adecuado funcionamiento. Se
mantiene dentro de unos estrechos márgenes gracias a la capacidad del centro
termorregulador, situado en el hipotálamo (el cerebro), de equilibrar los
mecanismos de producción y disipación del calor.
Según explica la Sociedad Española de Geriatría y
Gerontología (SEGG), en condiciones normales la temperatura corporal sigue un
ritmo circadiano, oscilando desde los 35,8 grados centígrados entre las dos y
las seis de la madrugada, y los 37,5 grados centígrados entre las 20 y las 23
horas.
En el caso de los ancianos, la miembro de la Sociedad
Española de Medicina Geriátrica (SEMEG), la doctora Beatriz Contreras, sostiene
que hay estudios que muestran que esta capacidad de respuesta a los cambios de
temperatura no funciona bien, se encuentra enlentecida,
de modo que les lleva más tiempo a normalizar la temperatura corporal ante
cambios más bruscos.
La SEGG añade que en este sentido que, para mantener la
temperatura en estos niveles, adaptándose a los cambios ambientales, el centro
termorregulador situado en el hipotálamo, ante los estímulos recibidos de
receptores cutáneos (sensibles al frío o al calor) y de la sangre, pone en
marcha respuestas neurológicas y endocrinas adaptativas.
"En el caso de la exposición al frío, los mecanismos puestos en marcha
tienden a aumentar la producción de calor endógeno (termogénesis) y disminuir
los de eliminación de calor (termodispersión)",
indica.
Contreras añade en este sentido que, por ejemplo, una manera
de regular la temperatura corporal en caso de calor es la producción de sudor,
que refresca la piel, o la hiperventilación. En caso de frío, se activarían
mecanismos como el temblor, que son contracciones musculares encaminadas a
producir calor, o también se activaría la quema de grasas, según explica en una
entrevista con Infosalus la también geriatra del
servicio de Geriatría del Complejo Hospitalario de Navarra.
Así, dice que hay un
mecanismo conductual para regular nuestra temperatura en función de la
sensación de frío o de calor que tengamos, esos cambios pueden ser por ejemplo,
abrigarnos o destaparnos en función de la sensación térmica, comer alimentos
refrescantes o calientes, o simplemente ponernos a resguardo ante una sensación
desagradable. "En ancianos con demencia o deterioro funcional esta
capacidad de ajustar nuestra temperatura modificando la conducta puede
encontrarse disminuida", aprecia la experta.
Por otro lado, indica que hay cambios fisiológicos que
generan el equilibrio entre el calor producido y el que se pierde, ya que
existen receptores en nuestros órganos que envían información al cerebro,
concretamente al hipotálamo, que es el que posteriormente emite una señal
nerviosa hasta los músculos y los órganos para efectuar el control de la
temperatura. En pacientes que padecen daño cerebral precisa a su vez Contreras
que este mecanismo puede estar dañado.
Por otra parte, la geriatra del Complejo Hospitalario de
Navarra subraya que hay una serie de cambios fisiológicos propios del
envejecimiento que hacen que el anciano tenga una menor capacidad de adaptación
a los cambios de temperatura, aunque los sistemas anteriormente mencionados
funcionen adecuadamente. "En los ancianos, las paredes de los vasos
sanguíneos pueden ser más rígidas, y los músculos encontrarse atrofiados por La
falta de movilidad, lo que hace que mecanismos como la vasoconstricción para
impedir la pérdida de calor por la piel, o los escalofríos, no sean tan
eficaces como en las personas jóvenes.
Con todo ello, la doctora Contreras llama la atención sobre
el hecho de que las personas mayores tienen sus mecanismos de detección y de
respuesta a los cambios de temperatura ralentizados o alterados por condiciones
patológicas, fármacos y cambios propios del envejecimiento. "Esto hace que
su organismo no actúe con la rapidez necesaria evaporando el sudor y enviando
más sangre a la piel mediante la vasodilatación para disminuir la
temperatura", añade.
Algunos ancianos además, según comenta, carecen de esos
cambios de conducta que todos damos por sentado y que tendremos ante
situaciones de calor, como pueden ser ponernos ropa más ligera, tomar alimentos
refrescantes o activar el ventilador.
Mayor riesgo de
deshidratación
A esto se suma, según su experiencia, que en ancianos el
riesgo de deshidratación es mayor por varios factores: disminución del agua
total del organismo al sustituirse con el tiempo la masa muscular por tejidos
más ricos en grasa, la disminución de la sensación de sed y de la función
renal. También pueden darse enfermedades crónicas que dificulten el regular la
temperatura porque afectan al sistema nervioso central y al autónomo, como la
demencia, o el Parkinson.
En el caso de la polimedicación,
tan habitual en las personas de edad avanzada, la miembro de SEMEG dice que
afecta y mucho a su vez a la hora de que estos sean capaces de termorregular su temperatura.
Finalmente, la doctora Contreras ve importante que los
ancianos tengan un apoyo social que detecte los problemas que puedan surgir ya
que, según lamenta, muchos ingresos que suceden en verano por deterioro de la
función renal se deben a que los mayores no beben el agua suficiente, pasan
calor, y además tienen fármacos que estimulan la producción de orina, con lo
que se deshidratan fuertemente.
Según precisa, la soledad y la falta de apoyos son una causa
importante de ingresos hospitalarios y de complicaciones varias, ya que muchos
mayores no se encuentran en situación de ser capaces de detectar una conducta
de riesgo, como por ejemplo, los ancianos con demencia, que no suelen ser
conscientes de su propia enfermedad y no realizan acciones que las personas sanas
suponemos lógicas, como beber más agua, ponerse ropa fresca, o evitar el sol y
las actividades pesadas en las horas centrales del día, por ejemplo.
"Otros, aunque puedan detectar la situación de riesgo,
no pueden evitarla a tiempo por problemas de movilidad, como ancianos que
tienen una vida muy limitada dentro de su domicilio y no se pueden servir un
vaso de agua, incorporarse para quitarse ropa, o para apartarse del sol",
sentencia la geriatra y miembro de SEMEG.